07.02.10 - 01:03 -
- Invita a los ciudadanos a acercarse a observar la cuenta de resultados de los agricultores y ganaderos: «Que vean si tenemos o no razón»
- Jesús Manuel González Palacín Coordinador regional de UCCL
Hace hoy justo una semana Jesús Manuel González Palacín se levantaba «cansado», a pesar de haber dormido mucho. El recorte de fuerzas estaba justificado porque había sobrevivido a un sábado «largo, intenso y bonito». Era el sábado del séptimo congreso regional de la Unión de Campesinos de Castilla y León en el que, apoyado por los 130 delegados, se convertía por segunda vez en el coordinador de la organización agraria en la comunidad. Sintió «la alegría» de verse respaldado y los ánimos y la ilusión que necesitaba para ahora, de nuevo, «empezar a responder».
Prefiere que se le felicite, aunque entiende que si le dan el pésame es porque «pesa mucho una responsabilidad como ésta» y nada tiene que ver con cualquier tiempo de mal augurio. De hecho, ha prometido «seguir trabajando como lo he hecho hasta ahora» para intentar mejorar la situación de los agricultores y los ganaderos, una labor que él lleva en la sangre, que heredó de su padre y de su abuelo y a la que ninguno más de sus hermanos se ha querido dedicar.
-¿Cuánto tiempo lleva usted dedicado a la agricultura?
-Desde que recuerdo. Desde los dos o tres años siempre recuerdo ir con mi padre en el tractor. Me acuerdo de los olores, de la tierra mojada cuando estaba arando, de ir a vendimiar… Es toda mi infancia. De hecho, todos los recuerdos que tengo son del campo. Yo he mamado la agricultura desde muy pequeñito. Además, la primera vez que me dejó mi padre coger el tractor, creo que no se me olvidará en la vida -ríe-.
-¿Y cómo fue?
Tenía seis o siete años... -sigue riendo-. Era recogiendo paja, en primera, porque era la primera cosa que nos dejaban hacer a los chiguitos, como se dice en mi pueblo, y me acuerdo que el embrague estaba muy duro y tenía que ir con un amigo mío, haciendo fuerza los dos porque no tenía yo fuerza para pisar el embrague.
-Aunque suene tópico, ¿un agricultor nace o se hace?
-Yo creo que nace. Muy poca gente que no lo haya vivido, que no lo haya mamado viene a este sector. Por lo duro que es, por lo difícil que es y porque empezar de cero es prácticamente imposible. En el 80% de la agricultura en Castilla y León es impensable empezar de cero si no tienes un padre que te deja una explotación y en el caso, como el mío, llegas a un acuerdo con tus hermanos y lo vas pagando muy poco a poco, en cómodos plazos; si no, es prácticamente imposible.
-De cualquier forma, usted en 1991 se hizo agricultor profesional. ¿Cómo se convirtió después sindicalista?
-Primero, afiliándome a la Unión de Campesinos, hace ya muchos años, en el 92 creo recordar. Empecé a participar en distintas reuniones que se hacían en mi pueblo. Después, reconvertí mi explotación en agricultura ecológica y un día me atreví a decirle a José Manuel de las Heras (coordinador provincial de UCCL en Burgos) que esto había que organizarlo y que había que hacer algo más por la agricultura ecológica desde la organización. Él me dijo que ésta era una herramienta, que me encargase yo. Le tomé la palabra. Convoqué una reunión de todos los agricultores ecológicos de Burgos y, claro -ríe- tenía todas las papeletas para que me nombrasen responsable. Y así empecé más en el día a día de la organización. Siempre iba a las movilizaciones y a las actividades que organizaban.
-Cuando usted se afilió el sindicato se llamaba COAG. Hace cinco años se escindió y nació UCCL, ¿qué es lo que han aprendido de ese momento? ¿Qué han olvidado?
-Aprender, poco. Olvidar, pues cuanto antes. Fue un trago muy duro, en el que intentamos reconciliarnos con la otra parte. Eran posiciones sindicales totalmente diferentes. Hubo una clara tendencia hacia un partido político que marcaba las directrices. Fueron muchos acuerdos que no compartíamos y que tuvimos que tragar, como el del gasóleo del 2005 que fue nefasto para Castilla y León; después, el acuerdo ganadero en una crisis sin precedentes, en el que no hubo nada que solucionara la crisis, de hecho los ganaderos están bastante peor que en aquel entonces, y ya decidimos separarnos, porque no era una herramienta útil en manos de los agricultores y ganaderos. A nosotros la independencia política nos ha costado muy cara. Creemos que, o somos independientes, o mejor cerramos la organización porque para ser correo de transmisión de un partido político ya están otras opciones, que la gente se vaya donde más le guste. Nosotros intentamos mantener ese espíritu vivo, ligado a la independencia, que está demostrada con la reivindicación.
-¿Cuál es su línea sindical?
-Ser críticos, hacer propuestas e intentar que estas salgan adelante, y si no, salir a la calle y reivindicar desde la independencia, la autonomía de nuestros agricultores.
¿Problemáticos?
-Me consta que UCCL tiene un equipo técnico muy bueno y, sin embargo, la imagen que llega es la de ser una organización problemática. La palabra movilización está siempre en su discurso. ¿No es ya momento de desligar la revuelta de los agricultores?
-En el momento en el que en una mesa de negociación seamos capaces de llegar a acuerdos con las administraciones, sería lo ideal, sería un avance importante y sería una sensación de madurez en las relaciones institucionales, pero lamentablemente no estamos en ese momento y hacemos muchas propuestas que no son atendidas. Entonces cuando consultamos a nuestra gente y les decimos «esto es lo que hemos propuesto y esto es lo que nos han dicho, ¿qué hacemos?». La gente se cabrea porque se está arruinando y dice «habrá que salir a la calle y denunciar esta situación». Entonces nos debemos a nuestra gente. Yo entiendo que esto es la democracia y lo llevamos hasta la su ultima consecuencia, hasta la consulta permanente con nuestras bases. Y si nuestros afiliados nos dicen que hay que salir a la calle, nosotros saldremos. Estamos para eso. Para obedecer. Para ser una herramienta en sus manos. Yo no soy quien decide la movilización, son los sectores afectados. Salir a la calle, que yo sepa, es un derecho democrático. Algo habremos ganado después de 40 años. Creo que es además un acto de higiene democrática y cuando alguien no hace los deberes, entiendo que no se sienta a gusto con que alguien le diga que no lo está haciendo bien.
-Y si eso conduce a una agresión personal, ¿también estaría justificado?
-No. Nosotros nunca hemos justificado la violencia. Creemos que hay que evitarla a toda costa. Pero reconocemos que a veces pasa. Y si a veces pasa, hay que afrontarlo con dignidad y con valentía, y desde luego, no dejar nunca a los agricultores y ganaderos solos. Yo soy responsable de la movilización hasta el final. Y si hay jaleo, soy responsable también de eso. Y si hay detenidos, me siento en la obligación de ponerlos un abogado para que los defienda. Para que se sientan defendidos en unos momentos que son muy duros.
-¿Qué le diría usted a los que dicen que los agricultores siempre están llorando?
-Primero, que conozcan la situación, que se acerquen a nuestro mundo, que aprendan lo que estamos viviendo. Les invitaría a que el mes que tienen de vacaciones se pasen unos días al lado de un agricultor o un ganadero, viviendo el día a día, levantándose a las seis de la mañana, llegando a las doce d ela noche. En épocas de riego, durmiendo cada dos o tres horas, levantándose a cambiar el riego. Un ganadero tiene que ordeñar todos los días las ovejas y las vacas. No tiene vacaciones. Y luego, que miren la cuenta de resultados: a ver si tenemos o no razón. Hablar desde el desconocimiento creo que tiene muchas posibilidades de equivocarse.
-Muchos de esos agricultores viven en pueblos muy pequeños. ¿Qué habría que hacer con ellos?
-Yo creo que hay que actuar sobre todos los pueblos. No se puede condenar a un pueblo a su desaparición porque sea pequeño. Eso lo tendrán que decir los habitantes de ese pueblo. Pero mientras haya una persona, tiene todo el derecho del mundo a gozar de todos los servicios, como cualquier otro ciudadano o a tener un acceso para disfrutar de ellos con comodidad y urgencia. Es sangrante la diferencia que hay entre los servicios que disfruta un vecino de una ciudad y el de un pueblo. Si alguien se pone de urgencia en un pueblo pequeño, más vale que aguante porque si no, se muere en el camino. Hay mucho que avanzar ahí y Castilla y León no se entiende sin este hecho diferencial que tenemos de pueblos muy pequeños y muy diseminados. No es ventaja ni desventaja, sino nuestro hecho diferencial y hay que apostar por ello. No podemos sacrificar pueblos pequeños por el mero hecho de ser pequeños.
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